El arte callejero: una forma de habitar el mundo
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Sin mapas ni planes fijos, con una bocina y su voz como equipaje, artistas callejeros recorren el continente llevando su arte a cada esquina. Viajan no solo por necesidad, sino por el deseo de compartir, aprender y convertir cada ciudad en una nueva historia y en un nuevo desafío.
Escrito por: María Victoria Zemanate
Bajo la sombra de un árbol, en un rincón del parque Francisco José de Caldas de la ciudad de Popayán (Cauca), Alan Condori instala su equipo: una bocina portátil, un micrófono y, sobre todo, su voz. Con una cadencia propia del que ha recorrido incontables caminos, Alan improvisa versos que se entrelazan con la historia del lugar, convirtiendo el parque en un escenario efímero donde el arte callejero y la vida cotidiana se encuentran.
Un día más de vida, disfrutemos de la plaza y del momento. ¿Cómo la están pasando? El hombre de allá está soñando como César Vallejo, pensando, pero este es el país de Gabriel García Márquez, ¿tú me entiendes?, de los colombianos que les gusta el café: café en el sol, café en el frío; todo el día toman café con su cigarro y no sé, de seguro lo toman mientras están divagando.
El arte callejero ha evolucionado como una forma de expresión que trasciende fronteras, permitiendo a los artistas llevar su talento a diferentes países sin depender de estructuras tradicionales. Es una manifestación artística que surge en el espacio público, sin restricciones institucionales y con el objetivo de comunicar mensajes sociales, culturales o políticos.
En este caso, según Daniel Ceped del Diario AS, el freestyle nació en la década de 1970 en el Bronx, Nueva York, donde la improvisación se usó como medio para contar historias y denunciar problemáticas sociales. Con la expansión de la cultura urbana, el freestyle llegó a Latinoamérica, impulsado por artistas de barrios populares y marcado por la apropiación del espacio público como escenario de expresión y resistencia. Según estudios de la UNESCO en el año 2022, el 60% de los artistas callejeros en Latinoamérica consideran su labor una forma legítima de resistencia y apropiación del espacio público.
La migración de artistas urbanos es una realidad creciente en Latinoamérica. Según un informe de 2023 de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 15% de los migrantes en Colombia pertenecen al sector cultural, incluyendo artistas de calle que han convertido el país en un punto de encuentro para el arte itinerante. Alan Condori, un joven de Lima, Perú, con más de cinco años recorriendo Sudamérica con su parlante y su voz, es parte de este fenómeno.
– Lo que me llevó a conocer Sudamérica es su cultura, su gente, cómo viven por aquí y cómo entienden el arte – dice mientras ajusta el volumen de su bocina y escoge el beat para su próxima improvisación.
El arte callejero es, en esencia, un pasaporte sin restricciones. No requiere visas, solo talento y pasión. Para artistas como Alan, cada ciudad es una hoja en blanco y cada parque o semáforo, un escenario. Un estudio de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) realizado en el año 2023, indica que el 35% de los artistas urbanos en la región han viajado a otro país para difundir su arte. Esta forma de migración artística no responde únicamente a una necesidad económica, sino al deseo de conocer nuevas culturas y expandir su audiencia.
– Siempre he viajado para conocer. No vengo con la intención de establecerme o buscar oportunidades para quedarme, sino para experimentar el arte en cada lugar y ver cómo lo vive la gente. Si en el camino se da la oportunidad de hacer música con alguien, bienvenido sea, pero mi meta es solo conocer.
Su recorrido lo ha llevado por países como Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Uruguay. Cada viaje ha sido una oportunidad de crecimiento, un desafío y una manera de compartir su arte con distintos públicos. Su destino más reciente es Colombia, un país que, según sus palabras, le ha brindado aprendizajes valiosos y una perspectiva única sobre la cultura y el arte urbano.
–En Colombia, el arte callejero tiene una dimensión diferente. Hay comunas y grupos organizados que se dedican a apoyar este tipo de expresiones, algo que me ha sorprendido gratamente porque en Lima no es así.
Ciudades como Bogotá han impulsado la regulación del arte callejero, creando espacios protegidos para estas expresiones. Sin embargo, según datos de 2023 del Ministerio de Cultura de Colombia, el 45% de los eventos de arte urbano en el país están vinculados a iniciativas comunitarias. La Alcaldía de Popayán, aunque aún en proceso de consolidación, ha mostrado interés en fomentar la participación artística en sus espacios públicos.
– La gente aquí es receptiva, hay interés en lo que hacemos. Recién estoy conociendo Popayán y su movimiento, pero ya veo que hay espacios donde se da apoyo al arte urbano – comenta Alan, mientras se prepara para otra improvisación.
A pesar de su expansión, el arte callejero enfrenta desafíos en la regulación del uso del espacio público. En varias ciudades de Latinoamérica, las restricciones para el arte en la vía pública han generado conflictos entre artistas y autoridades locales. En Colombia, las políticas municipales varían, permitiendo en algunos casos la libre expresión artística y en otros estableciendo regulaciones más estrictas.
La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá en el 2019, marcó un referente nacional para la regulación de las actividades artísticas en el espacio público, permitiendo a los artistas registrarse en la plataforma PAES, para obtener un permiso para ejecutar sus actividades durante 45 días en espacios públicos priorizados por el sector cultural.
No obstante, entendiendo que las discusiones sobre la regulación del arte en el espacio público aún están en desarrollo, la tendencia general indica un reconocimiento creciente del arte callejero como una forma válida de expresión cultural. Con el auge de las plataformas digitales, los artistas urbanos han encontrado nuevas maneras de difundir su trabajo más allá del espacio físico, ampliando su impacto mediático y social.
La experiencia de artistas como Alan Condori demuestra que la movilidad es una característica inherente a este movimiento, permitiendo que el arte se convierta en un puente cultural entre países. Viajar con una bocina y una voz potente, esa es la vida de los artistas callejeros que hacen uso del freestyle para transformar espacios, interactuar con la cultura y desafiar fronteras.
– Llegué a Colombia cruzando la frontera de Tulcán únicamente con el parlante. En cada ciudad trabajé rapeando en las calles o en las plazas más transitadas para costear mi estadía, alimentación y transportes. Pero lo más importante es que viajar me permite dar un mensaje en cada lugar en el que estoy, y en el proceso puedo visibilizar nuestro género y apoyar a mi comunidad.
El arte callejero es migrante por naturaleza, no se limita a un país o a una ciudad, viaja en la voz de quienes lo practican, se reinventa en cada parque, en cada esquina. El camino sigue abierto, con nuevos destinos y nuevos versos por crear. El arte callejero no es solo entretenimiento, es una manifestación cultural que transforma los espacios públicos en escenarios de identidad y resistencia. Cada improvisación es un relato de historias, vivencias y luchas que vale la pena escuchar y reconocer.
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