Un monólogo sobre Renta Joven y la inconformidad de sus beneficiarios
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En los últimos meses, el programa Renta Joven, diseñado para apoyar a los jóvenes en situación de vulnerabilidad económica, ha generado un creciente descontento entre sus beneficiarios.
Escrito por: Santiago Gaviria
Anoche, mientras me encontraba tumbado sobre la cama scrolleando mi Facebook y viendo los importantes videos de reflexión sobre Teresa que comparte mi tía, me encontré, desprovistamente, con una publicación del programa Renta Joven. Inmediatamente sentí que un espasmo de entusiasmo recorrió todo mi cuerpo y pensé que el primer ciclo del año ya se acercaba. Sin embargo, en cuanto desvié la mirada hacia las reacciones de la publicación me percaté de que eran “Me enoja”. Claramente, signo puntual, de que no hay pagos y que la gente anda disgustada.
Ni corto ni perezoso, y obedeciendo a la labor periodística, procedí a acceder a los comentarios, y el primero que encontré es el de Andrés Tovar, mi querido amigo que estudia Economía en la Universidad del Cauca, y quien en repetidas ocasiones me sacó de apuros cuando por allá, en sexto semestre, el profesor Jonathan Zambrano nos saturaba con trabajos de economía. El comentario, que muy seguramente habrá hecho llorar a los administradores de la Fan Page de Prosperidad Social, decía: “#RentaJovenNOcumple”. Apenas lo vi, no pude hacer más que seguir las pautas y patrones de comportamiento que siempre han guiado nuestra amistad: carcajearme y soltar un me divierte. Bastaron diez minutos en que realizara la reacción y un mensaje de WhatsApp llegó a mi teléfono. Efectivamente, era ‘Tovacho’ diciendo: “Oe, ¿una polini o qué?” Después de pensarlo casi tres horas le dije que sí, pero que solo “uñita, pa la sed”, y eso porque andaba aburrido.
Al siguiente día, después de cuatro arduas horas de clase nos parchamos en El Morro de Tulcán a tomar cerveza. Le conté que andaba limpio, que el dinero que había hecho en vacaciones ya se iba terminando y que estaba esperando el primer pago de Jóvenes en Renta. Sin embargo, ambos llegamos a la conclusión de que guardar esperanzas en el programa era dar pataditas al aire, hablar con la escoba y tirarle palabras al viento. Además, logramos darnos cuenta de que el programa va en decadencia, y que cada vez se vuelve más inútil, más desorganizado y menos acogido por los jóvenes. Esa tarde, casi medio embriagados, abrimos la Fan Page y empezamos a ver uno a uno los comentarios de las publicaciones.
Naturalmente, todas estaban regocijadas de un lenguaje culto y educado. Entre los más destacados y notables estaban: “suben tanta mondá y nada tiene que ver con Renta Joven”, “paguen vagos”, “necesito mis 400.000, porque ya no le encuentro sabor al arroz con huevo”. La mayor parte de los comentarios eran de ese estilo, uno siempre termina riéndose al leerlos, porque la gente siempre está sacándole humor a lo malo.
Sin embargo, el problema con la sociedad es que piensa que cuando uno le saca humor a las cosas ya dejan de ser importantes, y ese sí es un problema. A lo mejor, las personas no dependen de ese subsidio, porque es miserable; una estadía universitaria cuesta muchísimo más, pero en ocasiones, ese pago se vuelve un alivio para resolver algunos percances económicos.
Entre esos mismos comentarios, había notado que en repetidas ocasiones las personas mencionaban que el programa se iba a terminar. Entonces, guiado por esa inquietud, le dije a Tovacho que bajáramos al parque Francisco José de Caldas, que tenía que hacer una vuelta. Sin embargo, una llamada telefónica interrumpió nuestros pasos y nos quedamos a medio camino: era su roomie Julio, quien le comentó que dentro de la casa había ocurrido un problema con el dueño, y que lo mejor era que llegara lo más rápido posible. Tovacho me invitó, pero realmente estaba poco entusiasmado, así que le dije que no. Entonces, mientras Tovar cruzaba la calle yo decidí irme hacia la oficina de Prosperidad Social.
En cuanto llegué a la puerta, la secretaria abalanzó su mirada sobre mí y amablemente empezó a hablarme:
—¿Qué necesita, joven? —preguntó.
—Necesito realizar unas preguntas sobre el programa Renta Joven —respondí.
—Facilítame su cédula —dijo.
—No la tengo a mano —respondí.
—Entonces no lo podemos atender, pero si desea puede hacer las preguntas por cabina. Ahí lo va a atender una asistente, ¿desea hacerlo de esa forma? —preguntó la secretaria.
—Sí, no hay problema —dije finalmente.
Apenas tomé el teléfono de la cabina me saludó Yeni Palacios, una trabajadora de atención al cliente en Prosperidad Social. Tenía una voz hermosísima. Supongo que después de todo por lo menos aprendieron a buscar personas con voces atractivas para atender a los usuarios.
—Buenas tardes, se comunica con Yeni Palacios, encargada de atención al cliente, ¿en qué puedo ayudarle el día de hoy? —preguntó.
—Tengo algunas dudas sobre Renta Joven —respondí.
—Vas a decirme una a una tus dudas y yo te las responderé en un momento —dijo Yeni.
Entonces, sin más rodeos, le dejé tres preguntas muy puntuales: ¿el programa Renta Joven se va a terminar?, ¿es verdad que van a salir algunos empleos para los estudiantes?, ¿cuándo comienzan a pagar el primer ciclo?
—Permanezca en línea, voy a buscar la información —respondió.
Segundos después Yeni volvió al teléfono, me preguntó que si aún estaba en línea y le dije que sí. Entonces, tomando el impulso necesario en su garganta empezó a darme todo un discurso sobre lo maravillosos y eficientes que son dentro de Prosperidad Social. Habló sobre el presidente Petro, sobre Francia Márquez y sobre algunos funcionarios del programa. Finalmente, después de haberlos elogiado casi por veinte minutos, respondió rápidamente a la primera pregunta:
—No, el programa no se va a terminar. Solo que durante el transcurso de este año no se van a abrir inscripciones por cuestiones de gestión —respondió.
Asimismo, en la segunda pregunta, me dio todo un discurso sobre lo maravillosos que son en Prosperidad Social, y, finalmente, respondió a mi pregunta:
—Sí, el programa Renta Joven abrirá algunas vacantes dentro del país para los jóvenes. Sin embargo, solo podrán aplicar quienes están en la segunda fase. Lo que pasa, Santiago, es que ustedes como estudiantes tienen dos fases: la primera que es cuando ustedes aún se encuentran en el proceso estudiantil, y la segunda cuando obtienen el título —respondió.
En pocas palabras, Yeni dijo que no habrá ofertas laborales para estudiantes, sino solamente para egresados. Evidentemente, es una idea genial, ¿pero mientras tanto qué?, ¿mientras somos estudiantes en qué trabajamos?, ¿nos morimos de hambre?, ¿miramos al cielo para que nos caiga pan?, ¿sobreexplotamos a nuestros padres para poder estudiar? La fase estudiantil requiere de mucho esfuerzo económico y el estado no está implementado procesos económicos que ayuden a solucionar este problema. Ni siquiera se trata de regalar dinero, se trata de crear espacios de trabajo con comodidad de tiempo donde los estudiantes puedan alivianar su economía.
Repitiendo el mismo patrón de elogios, Yeni respondió mi última pregunta:
—Todavía no hay una fecha definida para el pago. Sin embargo, muchas gracias por comunicarte con Renta Joven, recuerda que estamos para servirte —dijo Yeni, y finalmente colgó el teléfono.
Entonces, puse el teléfono lentamente sobre la cabina, salí de la oficina y fui hasta la esquina a esperar el colectivo. Durante todo el recorrido me fui pensando en la deficiencia de Prosperidad Social, pero me fui, sobre todo, pensando en que nosotros los estudiantes no estamos tomando cartas sobre el asunto.
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