Por: Elkin Sarria Ordóñez
‘Boris’ está sentado. Su espalda recta se apoya firmemente en el espaldar de una silla sencilla de color negro que le ayuda a formar un ángulo de noventa grados. Sus manos libres juguetean entre sí mientras se apoyan sobre la mesa rectangular decorada con el mismo color del asiento. ‘Boris’ se encuentra en la oficina de Co.marca, el medio de periodismo universitario del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca. El lugar es mediano, tranquilo y fresco. Las paredes son blancas, lisas, sin adornos aún, y una de ellas tiene un ventanal grande, adornado de rejas delgadas que permite mirar hacia la copa de varios árboles que están afuera. La luz del día entra tenuemente.
Vladimir Díaz Escobar o ‘Boris Guevara’, como prefiere ser llamado, porque para él es significativo su nombre de guerra, hace memoria. Narra la vez que ingresó a las Farc-Ep en el año 2000, después de que fuera víctima junto a su familia de la represión policial hacia los vendedores ambulantes en el centro de Bogotá (ciudad donde se creció, aunque nació en el Tolima). Vendían muñecas de maíz para rebuscarse la vida.
Este hecho lo llevó hasta el Caguán, donde el gobierno del expresidente de Colombia, Andrés Pastrana, negociaba junto a la entonces Farc la dejación de armas. Antes de que el diálogo entre gobierno y guerrilla fracasara, Boris tuvo la oportunidad de ir hasta el lugar para exponer en las audiencias públicas que en ese sitio se realizaba, la situación de represión hacia el trabajador informal.
Tenía 17 años y Boris era un estudiante motivado por la búsqueda de oportunidades y justicia social. Allí, en el Caguán, recuerda, encontró un mundo distinto al que estaba acostumbrado. En la ciudad muchos eran ajenos a la guerra. Cautivado por los ideales de la entonces guerrilla, dejó su hogar y se fue a selva en una comisión de la Columna Móvil Jacobo Arenas, donde estuvo cerca de 16 años y vivió un sinnúmero de experiencias: desde la guerra, hasta la construcción de paz.
Boris es un hombre de casi metro ochenta de estatura. Es delgado y con facciones de su rostro muy marcadas. Nariz grande, pero de punta firme, con mandíbula fuerte. Viste una camisa gris manga corta, que queda ajustada a su cuerpo. Un jean negro y unos tenis deportivos del mismo del color.
Su mirada es fija y fría cuando habla sobre su pasado, ese del que dice con seguridad: “no me arrepiento”, pues recorrió gran parte del suroccidente colombiano “aprendiendo sobre el conflicto, la comunicación y la vida” mientras hizo parte del bloque de seguridad de uno de los máximos jefes de la antigua guerrilla, Guillermo León Sáenz Vargas, también conocido como ‘Alfonso Cano’.
Durante su paso por la guerrilla desarrolló empíricamente su conocimiento en el ámbito comunicativo. Grabó escenas sobre la cotidianidad de sus compañeros y compañeras en el monte, en medio de las balas, y en ocasiones, en medio de la tensa calma, cuando no había enfrentamientos con el Ejército Nacional u otros grupos insurgentes.
Para el 2012, fue llamado por parte del Secretariado de las Farc (figura colectiva de dirección de la antigua guerrilla), para vincularse al equipo de comunicaciones de la delegación de paz que las Farc había conformado para negociar una salida al conflicto que sostenía hasta ese momento con el Gobierno Nacional, encabezado para ese momento por el expresidente de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón.
Desde el 2012, cuando iniciaron los diálogos en Oslo, Noruega, hasta 2016 cuando se firmó el Acuerdo Final de Paz en el Teatro Colón de Bogotá, Boris filmó cada uno de los momentos de la negociación, y a la vez, la vida de sus compañeros de guerra en los campamentos mientras se adelantaban las negociaciones.
Tras ser firmante del Acuerdo Final y participar en la mesa de conversaciones como comunicador, Boris se reincorporó a la vida civil, estudió Diseño para la Comunicación Visual en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali y actualmente dedica su tiempo a desarrollar el proyecto “Mano en mano”, que tiene como objetivo buscar una transición hacia el buen vivir de las comunidades rurales (campesinas, afro e indígenas) y contar las historias de las y los excombatientes desde la comercialización de productos orgánicos.
Elkin Sarria (E.S): ¿Qué opinión le genera la propuesta de Paz Total por parte del Gobierno Nacional?
Boris Guevara (B.G): Hablar de paz en Colombia es complejo, sin embargo, creo que este gobierno es diferente. Gustavo Petro trata de dar una solución aparentemente pacífica, mientras que los anteriores siempre han tratado de dar una solución militar. Nadie dice que va a ser fácil, debe establecer diálogos con diferentes grupos armados política o ideológicamente organizados y lograr el sometimiento a la justicia con estructuras de crimen organizado, y no hay tiempo. Estamos hablando de muchos grupos y estructuras, con muchos mandos e intereses distintos.
E.S: ¿Qué retos tiene el actual gobierno para hacer de la Paz Total una realidad a nivel nacional?
B.G: Creo que uno de los mayores retos es cambiar el discurso, el entender que la reincorporación no solamente tiene que ver con nosotros, los excombatientes, si no con la sociedad en general. Cambiar ese chip que se tiene frente al miedo de hablar sobre conflicto armado en nuestro país.
Frente al miedo de mostrarnos, de ver la cara de los combatientes y excombatientes sin la estigmatización de por medio, sin esa estereotipación que se han encargado de crear y replicar algunos medios de comunicación. Por ejemplo, yo soy profesional en Diseño para la Comunicación Visual, y cuando llego a presentarme en cualquier empresa, si se dan cuenta que soy excombatiente, me cierran la puerta en la cara. No por ser mal profesional, uno puede ser muy bueno, es por el miedo que se tiene a mi pasado. Una marca que los excombatientes llevamos cargando en la espalda a lo largo y ancho de Colombia.
E.S: ¿Cuáles pueden ser las soluciones a los obstáculos que se han presentado para establecer ceses al fuego con algunos grupos armados y la rapidez con la Paz Total quiere avanzar para poder iniciar ciclos de diálogo o de sometimiento?
B.G: Las reformas. Sean sociales, económicas, rurales y demás. Creo que el dejar sobre la mesa de negociación que a través de ellas se van a crear proyectos productivos que sean funcionales y de aplicación real, ayudaría a que se genere esa confianza entre los grupos armados organizados y el Gobierno Nacional.
Respecto a las estructuras de crimen organizado, el dejar claro la política de sometimiento a la justicia. Desde mi experiencia en la antiguas Farc, donde éramos agentes políticos, creer en que esas reformas integrales eran posibles, hicieron que buscáramos la reincorporación.
Sin embargo, continuamos en un país que no ha podido solucionar esos problemas económicos, sociales y políticos de raíz. Es elemental el revertir esas situaciones. Lo anterior, claro, debe ir de la mano con las políticas que vendrán después en caso de que se firmen acuerdos de paz o haya sometimiento a la justicia; forma en que se restaurará a las víctimas, políticas como la de sustitución de cultivos ilícitos, una política que para el departamento del Cauca es urgente, mientras paralelamente se desarrollan proyectos agrícolas para que la economía no entre en un déficit mayor del que se encuentra ahora. Gustavo Petro desde su experiencia como insurgente en el M-19 entiende el accionar los grupos y eso le ayudará a buscar que la Paz Total sea un propósito posible.
E.S: ¿Qué tanto depende la Paz Total de la implementación del Acuerdo de Paz firmado en el 2016?
B.G: Mucho. Salimos de una administración como la de Iván Duque [expresidente de Colombia], que se encargó de reactivar el conflicto en el territorio, de incentivar y desmoralizar a los que apostamos a la paz para retomar otra vez el camino de las armas. La derecha quiso entregar un país desbaratado y descompuesto. Aprovechó los cuatro años de gobierno para hacer persecución, montajes judiciales, asesinar excombatientes y perpetrar la persecución a las y los líderes sociales.
Ese panorama gris de país es el que Gustavo Petro recibe y tiene que cambiar si quiere recuperar la confianza no solo de la población, si no de los grupos armados. Es por eso que se le aplaude todos los esfuerzos por construir la paz y por tratar de hacer cumplir la implementación del acuerdo desde las diferentes políticas.
E.S: El Congreso de la República hace algunos meses aprobó el acto legislativo que reconoce al campesinado como sujeto de derechos y de especial protección, ¿cómo analizas esta noticia?
B.G: Cuando escuché eso me dio una gran nostalgia, porque el que se reconociera al campesinado era para nosotros una pelea continua. Además, uno estuvo al pie de todas esas discusiones con el gobierno desde La Habana y esto que ocurrió hace poco es el resultado de esa batalla de discusiones en la mesa de conversaciones, en las que el gobierno de ese entonces era chistoso por no querer reconocer la palabra campesino dentro del acuerdo.
No la reconocía, porque reconocerla significaba reconocer la lucha campesina por un mejor país. Lo único que admitía era “ciudadano del campo”. Esa guerra de palabras, incluso, hace parte de la realidad del conflicto. Utilizar tecnicismos, colocar una coma y un punto, cambia toda la visión de la lucha.
Esa noticia que tendría que haberse dado hace muchos años, hace que nuestra lucha haya valido la pena, porque el 90% de quienes integran los ejércitos y las guerrillas son jóvenes campesinos y campesinas que tienen ilusiones, tienen familias. Es el campesinado la población que puso y continúa colocando los muertos. Su reconocimiento como sujeto de derecho es en memoria de tantas víctimas y de nuestra lucha por ser reconocidas y reconocidos.
E.S: ¿Para un departamento cómo el Cauca por qué es tan difícil dejar a un lado el conflicto?
B.G: El Cauca es una región muy compleja. Yo creo que una de sus principales maldiciones es ser tan rica, bella y extensa. Además del atraso en el que se encuentra por falta de inversión estatal, estos aspectos también hacen parte de ese conflicto. En este departamento se cruzan muchos intereses políticos, económicos, de olvido gubernamental, factores que han sumido al departamento en una miseria, en dinámicas de pobreza, que no solo dan argumentos para la guerra, sino también para convertir el territorio en un lugar hostil permeado además por el narcotráfico.
Irónicamente en medio de la riqueza natural y cultural, el conflicto en el Cauca es un entrelazado que se ha construido a través de los años, incluso desde que, en su suelo, se presentó el conflicto étnico por tierra entre indígenas, campesinos y afros. Toda esta confluencia de conflictos hace que el panorama para el Cauca sea difícil.
E.S: ¿Cuál es el camino para que Colombia pueda encontrar la reconciliación?
B.G: Por una parte, está el brindar la oportunidad de contar la verdad a todos los actores de la guerra, porque el conflicto no es solo consecuencia de las guerrillas, en él están inmersos empresarios y políticos a los que también se les debe investigar. Por otra, dejar la hipocresía. Algunas personas se admiran del campesino que siembra coca por subsistencia, en muchas ocasiones, pero no de quien anda en la ciudad en la misma dinámica del narcotráfico y se encuentra involucrado en el poder político.
Cuando tengamos otras lecturas frente a lo que ocurrió, comenzaremos a encontrar el camino hacia la paz, este comienza contando la historia desde todas las perspectivas. Contar la historia, es una catarsis, es hacer visible una realidad desde una voz distinta a la de los medios. Es la historia la que permitirá a los jóvenes del hoy, tomar decisiones diferentes a las del pasado y hacer de Colombia más que una potencia mundial de la vida, como plantea el gobierno, una potencia cultural, una potencia de ideas, hay un talento innato dentro de nuestra gente, que lo único que falta, es darle una oportunidad para para crecer.
E.S: ¿Qué significado que tiene la memoria en la construcción de Paz Total?
B.G: Negar alguna parte de la historia es simplemente negar todo aquello que ocurrió y continúa ocurriendo, lógicamente hay gente que piensa que darnos voz a nosotros, es dar paso a la impunidad, pero para entender ese tema hay que reconocer dos cosas: nosotros no fuimos derrotados. Firmamos un acuerdo y el acuerdo implicaba reconocernos como sujetos políticos y de derechos. Segundo, no podemos decir que seamos ángeles de la caridad, porque en la guerra no se disparan flores, pero queremos reconstruir todo el tejido social, no punitivamente, sino restaurativamente que es la posibilidad que nos brinda el acuerdo.
Además, es importante que Colombia sepa que existió un movimiento de jóvenes y viejos, de muchas generaciones del campo y de la ciudad, quienes nos reunimos en un grupo para buscar soluciones políticas y cambiar realidades. Las soluciones no se pudieron dar por la vía armada tras 50 años y siendo conscientes quizás, ese no era el camino. Sin embargo, decidimos dejar el camino bélico y ahora queremos ser parte de la construcción de paz. Continuaremos con la tarea de tratar de no ser borrados de la memoria.
El solucionar el conflicto no solo es responsabilidad del gobierno actual, es de todas y todos los colombianos, incluso del próximo presidente, de dichas elecciones también depende si se da la reactivación de la guerra o no. Además, existe otro enemigo, el tiempo, ese es quien decidirá si la Paz Total establecerá una vía de solución a una guerra que se ha transformado en un monstruo de mil cabezas.
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